viernes, 25 de junio de 2010

También es casualidad...

Ayer me mandó un mail mi editor. Estoy muy contenta, me dijo que las ventas van fenomenal, por encima de la media de los libros del CI en los últimos meses, y eso a pesar de la crisis, que en este sector se ha notado muchísimo...
Me fastidia que justo en este momento no pueda salir de casa. El dichoso esguince en la rodilla, y esperemos que quede sólo en eso, me tiene de la silla a la cama y de la cama a la silla precisamente en el momento en que podría estar visitando librerías o contactando con medios de comunicación para ver si están interesados en publicitarme de alguna manera. Grrrrr.... Claro que puedo contactar por mail o por teléfono, pero no es lo mismo, prefiero ir en persona y hablar con ellos, que me conozcan, que puedan ver y tocar el libro...
En fin, a ver que me dicen el día 6 en el traumatólogo, cruzad los dedos... Un besote

lunes, 14 de junio de 2010

Pues nada, ya ha pasado todo...

Y siento una rara mezcla de satisfacción y pena. Satisfacción porque he pasado dos días maravillosos, mágicos, y pena por saber que algo así no se va a volver a repetir...
El martes pasado fue la presentación, ¡incluso fui a que me maquillaran!, y estuvo genial, pero lo mejor vino el jueves, con la firma en la Feria del Libro. Aunque me dolía horrores la pierna, que la tuve que tener las dos horas encima de una caja, no me importó, estar ahí, "al otro lado", viendo a mis amigos, a mi familia, a la gente que se acercaba a leer la contraportada y me pedían que les firmara el libro... Ufff, no hay palabras para describir esa sensación.
Antes de empezar toda esta locura, me daba una vergüenza horrible que alguien pudiera leer lo que había escrito, me sentía "desnuda", porque recuerdo con total claridad en qué momento y situación escribí todas y cada una de las frases del libro y era como si se estuviera invadiendo mi intimidad. Ahora no, ahora disfuto cada vez que alguien me comenta si le gusta, si no le gusta, si éste o aquel es su personaje favorito...
Ahora sólo falta esperar que las ventas vayan bien. Aún no sé nada e imagino que tardaré un poco en saberlo. No hay palabras suficientes para agradeceros que me hayáis hecho vivir un sueño como éste. Os quiero muchísimo. Un beso

lunes, 7 de junio de 2010

Mañana será un buen día...

Debería estar nerviosa, pero no lo estoy... Yo soy así, es raro que me ponga nerviosa y sienta esas mariposas en el estómago ante un acontecimiento importante.
Estoy feliz, muy feliz. Me faltará Luis allí, pero sé que estará conmigo en la distancia, igual que tantas y tantas amigas que tengo lejos pero que me apoyarán con el mítico "chichipower"...jeje.
Mil gracias por vuestra ayuda para llegar hasta aquí y por haberme hecho tan feliz. Un beso muy grande. Os quiero.

jueves, 3 de junio de 2010

Primer capítulo...

Madrid, 31 de octubre de 2009

-Pasa, cariño, pasa, ¿quieres un té?.- preguntó mi vecina abriéndome de par en par la puerta de su casa.
Jamás había creído en la magia, pero nadie hubiera sido capaz de entrar en ese salón, con todas las paredes forradas de espejos, y no sentir algo especial por dentro. Había encendidas tantas velas blancas que parecía de día, aunque hacía ya bastantes horas que era de noche en la calle.
Mi vecina era un personaje muy peculiar, si la conociera Almodóvar seguro que escribiría un guión basándose en ella. Se llamaba Marifé, y nadie podría decir con exactitud qué edad tenía, vivía sola rodeada de gatos y de sus ventanas colgaban decenas de geranios, que le recordaban su Sevilla natal tanto como la ropa de colores vivos que llevaba siempre.
Acepté el té que me había ofrecido al entrar y me senté en una silla, contemplando atónita cómo tenía la mesa cubierta de pétalos de rosa y de unas pequeñas flores blancas. El día anterior me había hecho prometerle que iría a su casa a que me preparara uno de sus hechizos, que, según ella, me ayudaría a encontrar al amor de mi vida. Había aceptado. Era sábado y mi único plan para esa noche era comerme un enorme bote de helado sentada delante de la pantalla de la televisión, viendo una película de esas que tanto nos gustan a las treintañeras, esas en las que siempre hay una chica en apuros y un chico guapo que la ayuda y termina enamorándose de ella. Esas de las que cuando terminan nos dejan peor cuerpo del que teníamos antes de tomar la primera cucharada de helado. Al menos en su casa tendría compañía y gatos a los que acariciar.
Por cierto, me llamo Ana, tengo treinta y cuatro años y una vida social nula desde que me separé hace dos años y vine a vivir con mi hija a un pequeño piso del barrio de Lavapiés. En ella, y en lo que estaría haciendo ese fin de semana con su padre, pensaba precisamente cuando Marifé se acercó y dejó en la mesa una bandeja con dos tazas de té humeantes. Yo aparté la mía a un lado. No me gustan las bebidas calientes, ni siquiera en invierno, así que preferí esperar a que se enfriara. Ella se bebió el suyo casi de un trago y yo temí que se hubiera achicharrado el esófago. Me sonrió y me preguntó:
-¿Empezamos?
Asentí, dejé mi taza en una mesita pequeña que había al lado para evitar que se cayera (suelo ser bastante torpe) y la miré expectante. Cerró los ojos y comenzó a mezclar despacio los pétalos que había sobre la mesa, dejándolos resbalar por sus dedos llenos de enormes anillos.
-Al poder de las hadas y a las fuerzas de amor, pido que encuentres a la persona que haga danzar tu corazón.-dijo Marifé haciéndome dar un respingo en la silla.
Venga, haré un esfuerzo y me concentraré, ¿y si realmente funciona?
-Niña, coge del montón diez pétalos de rosa roja y diez pétalos de rosa blanca.- me dijo casi susurrando.
Evidentemente obedecí, no me creía nada de lo que estaba haciendo, pero sería mejor no tentar a la suerte. Cuando ya tenía los pétalos en la mano volvió a hablarme con la misma voz.
-Apriétalos fuerte en tu mano mientras cierras los ojos y te ves a ti misma sonriendo a un hombre que te tiene abrazada.
En eso no me costó demasiado obedecerla, era una visión que tenía más veces de las que me gustaría. Imaginé a un chico alto, delgado y de ojos verdes. No demasiado musculoso, nunca me han gustado los cachas de gimnasio. Al fin y al cabo era mi imaginación, ¿no? Ya que pedía, pedía en condiciones…
-¿Lo ves?.- preguntó Marifé.
Asentí sin hablar, manteniendo aún los ojos cerrados. Leche, la verdad es que al final me estaba contagiando su entusiasmo.
-Ahora abre los ojos y desmenuza en trozos muy pequeños los pétalos de rosa añadiendo estas flores de jazmín.- dijo tendiéndome tres flores blancas que olían de maravilla.
Sentí la suavidad de los pétalos entre mis dedos y el olor que desprendían. Aspiré fuertemente volviendo a cerrar los ojos, el aroma era cautivador. Al abrirlos no pude evitar ver mi reflejo en uno de los espejos y me sorprendí de verme a mí misma, algo especial debía haber en esa casa cuando me miré y me vi guapa, aún vistiendo un viejo chándal y con la melena recogida en una coleta.
-Bien, cariño. No dejes de visualizar en tu mente al hombre que has imaginado antes y envuelve la mezcla con cuidado en este pañuelo.- dijo con una sonrisa.
Me tenía tan ensimismada que si me hubiera dicho que hiciera dos mortales sin manos con los pétalos en ellas lo hubiera hecho, pero no me pidió tanto. Me dijo que envolviera la mezcla y cerrara el pañuelo con un hilo blanco, haciendo siete nudos.
-Espera.- dijo poniendo mi mano en la suya cuando vio que iba a hacerlo rápidamente.- Cada vez que hagas un nudo di con fe “Ven a mí”.
Volví a obedecer sumisamente y pronuncié esa frase las siete veces que me dijo. Le sonreí al terminar y ella me devolvió la sonrisa.
-El siete es el número mágico.- dijo mirándome fijamente a los ojos.- Lleva siempre esta bolsita cerca de ti y la magia irá siempre contigo. El día que encuentres a ese hombre de ojos verdes, deja que él la abra y aspirad el aroma los dos juntos.
-¿Eh? ¿Cómo sabías que lo había imaginado con los ojos verdes?.- le pregunté alucinada.
-Magia, cariño, magia….

Sobre mí...

Como la mayoría sabéis, tengo 35 años y vivo en Fuenlabrada (sí, el sitio donde decimos Pesi, ¿qué pasa?). Un buen día decidí coger un boli y una pequeña libreta e inventarme una historia basada en qué pasaría si una amiga mía tuviera la suerte de conocer a un tal Robert Pattinson, imagino que no sabréis de quién estoy hablando, ya que no suelo mencionar nunca lo mucho que me gusta...jeje. Comencé a escribir con los nombres reales y, lo que tenía previsto que fuera un relato breve, se transformó en una historia de la que se me iban ocurriendo retazos en cualquier momento y situación.
Entonces, gracias a mi amiga Marifé y a una noche de tapas en el centro de Madrid, se me ocurrió la idea de convertir ese relato en una novela, añadiendo personajes y situaciones y cambiando el nombre del actor, que a partir de ese día se convirtió en Jack Ramsey.
El amuleto está escrito, casi en su totalidad, a mano, en mis queridas libretas que siempre me acompañan y que guardo como oro en paño. Sólo la sensación de ver por primera vez las caritas de mis hijos se podría comparar con la satisfacción personal de ver mi nombre escrito en la portada de un libro y de escuchar lo bien que os lo habéis pasando leyendo mi novela.
Nada de todo ésto hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de mi marido, Luis, de mi familia, de mis chicas CDC y de mis pequeñas "Crepusculeras". Os debo tanto que debería estar dándoos las gracias eternamente. Os quiero muchísimo. Millones de gracias...